Cruces de Estambul es el claro ejemplo de que no hace falta una gran trama para crear una historia brillante que tenga atrapado al lector desde la primera línea hasta la última. Tampoco una gran cantidad de personajes, ni palabras complicadas o frases imposibles. La manera de escribir de Raquel es suficiente para que, hipnotizado y cautivado, te enganches a las páginas de su obra.
Con unas descripciones cuidadas, casi poéticas, recorremos las calles, mercados y templos de Estambul de la mano de Adil, un historiador pakistaní que hará que el corazón de Eva, antropóloga y escritora, se tambalee. Con la tolerancia como nexo conductor, los diálogos que mantienen ambos protagonistas sumergen el lector en una reflexión sobre las diferencias y similitudes entre oriente, occidente, la fe cristiana y la musulmana.
Además, la autora combina de manera exquisita la historia de Eva y Adil con breves relatos históricos, religiosos y culturales que enriquecen todavía más el texto.
Felicito a Raquel por esta fabulosa obra y por haber tratado temas, en ocasiones delicados, como la religión o las diferencias culturales, con una elegancia que suma conocimientos y respeto.
Olga Prado 